martes, 20 de octubre de 2015

Lo que el tiempo se llevó. Capítulo 1.

¿y qué si estoy celosa? Celosa de remate. Pero no. No me importa. Pasado pisado.

-¿Qué te pasa?-Me pregunta Violeta con preocupación.

Delante de mi hay una escena que no se me olvidara ni con un lavado de cerebro. Andas junto a ella y vuestras manos se rozan paulatinamente con el caminar. Sonreís. O tú sonríes. Siempre sonríes, es lo que me gusta de ti. Pero ella esta normal. Pondría la mano en fuego al decir que le eres indiferente. O quizá no. Pero no llegará a quererte de la forma incondicional que te quise yo.
Estoy harta. Harta de que me haga sentir única con una mirada. Pero que me ignore como una gran mierda. ¿Y que si en verdad es culpa mía? Porque soy fría. Tan fría que quemo. Con una armadura interna para evitar daños que no vale para nada.
¡No lo entiendo! Esque me haces sentir tan bien. Pienso que eres único. Pero ya las miradas, los te quiero, los abrazos. Ya no significan nada. ¿¡Y qué si soy de la vieja osanza!? Me gusta lo clásicos. Leer bajo bajo la sombra de un árbol. Pasear por los parques en otoño mientras que las hojas vuelan por nuestro alrededor. Un chocolate caliente en invierno compartido. ¿Por qué no puede ser así? ¡Joder! ¡Todo seria mucho más fácil! Una mirada significativa de la cual ya no creemos. Ya no existen. Una sonrisa sincera. Tampoco existe. Un te quiero que te quite dudas. Nada.

Lo peor es que, ¡Si me importa! ¡Y mucho! Solo con pensar en su mano rozando su piel. O escucharlos hablar se me remueve todo. Pero él no es mio. Y yo no soy una novia sicópata.
No somos novios. Ni amigos. Simplemente un pequeño intermedio que mata. Y es que quizá sea mi culpa por no mostrar mi sentimientos, y al igual que yo, él también se cansa.
Todo se quedara en duda. Ni yo daré el primer paso,ni él tampoco. Y no pasa nada.
Me enjuague las lágrimas que amenazaban por salir por tantos pensamientos cruzados.
-¿Ami? Nada. Estoy bien.-Sonreí y le dedique la mejor de mis sonrisas.
No se lo creyó. Lo sabía por la forma de mirarme, pero lo dejo pasar.

Me dirijo hacía la clase de biología donde como siempre mis sentimientos amenazan por salir recordando el tiempo que pasábamos juntos hasta que te fuiste de mi lado sin decir ni el por qué. De repente, de un día para otro dejaste de pedirme ayuda en los ejercicios, dejaste de mirarme mientras yo me escondía bajo una capa de mi pelo largo, y dejaste de hablarme poco a poco. 

Entre casi corriendo para sentarme a tú lado y me caí. Como el primer día que nos vimos.


HACE 7 MESES.

¿Ahora se pone a llover? ¿Enserio?
En este sitio esta soleado que deslumbra y al rato lloviendo sin parar. Odio este sitio. Nos mudamos hace un mes y no tengo amigos, no soy muy sociable, la verdad. Acabo de salir de la biblioteca municipal donde la bibliotecaría se ha tirado media hora, (y no exageró) hasta que ha conseguido entregarme el libro para poder irme.
Ha sido una cosa así:
-¿Su nombre?-me miro por encima de sus gafas de pasta marrón.
-Iri,...Iraida.
Y luego, media hora, trece minutos y cuarenta y tres segundos, estoy aquí mojandome a gota gorda esperado un autobús que no va a llegar.
Salgo corriendo, enfadada con el universo hacía mi casa. ¿Por qué se ha tenido que poner a llover justamente en ese momento? ¿No se ha podido esperar hasta que llegase a mi casa? Nooo, claro que no. Genial. Estoy hablando sola y en voz alta. Miro para mis alrededores a ver si hay algún mirón que trás la charla que me he dado a mi misma, me mire como si fuese una loca. No me extraña, yo veo algo así y pensaría que él, o ella esta loca.
No veo a nadie y comienzo a correr de nuevo, concentrándome que mis pensamientos no salgan a la luz. Que irónico, ¿No creéis? ¡Qué luz! No hay ninguna maldita luz en una calle peatonal. Entones me doy cuenta que alguien podría salir y violarme y nadie se enteraría, mis gritos se los comería el sonoro ruido del agua golpeando el suelo. Eche a correr más rápido.
Choque contra algo duro y blando a la misma vez, y caí al suelo. Antes de besar el suelo unos brazos fuertes se deslizaron por mi ropa mojada y pegada al cuerpo.
-Tienes que mirar por donde vas.-Me dijo el desconocido.
¿Qué yo tengo que mirar por dónde voy? Vale. Quizá no este extremadamente atenta a lo que pasa a mi alrrededor. Y entonces mis palabras salieron de mi pequeña boca sin poder detenerlas.
-¿¡Qué yo tengo que mirar por dónde voy!? Pero, ¡¿Y tú qué!?-Exclame enfadada. Y fuí consciente que me estaba poniendo roja de la rabia y la confusión.-¡Lo siento por tener que preocuparme porque un loco quiera violarme o algo asi!
-No creo que intenten nada contigo, no eres lo que se dice una chica que esta buena y todo eso. ¿Sabes?
Me quede muda. Osea,¿Hola? ¿Había escuchado enserio eso o era producto de mi imaginación?
-¿¡Perdona!?
-Lo que oyes.
-Me recuerdas a una muñeca de trapo sucia que recuelga en la habitación de mi hermana.
Me quede flipada, el tío maleducado. Vale que no sea una top model. Pero llegar a ese punto.
Le mire a los ojos que reflejaban diversión. Eran verdes esmeralda, jamás había visto unos ojos tan bonitos, y uns brazos tan fuertes. Esperad. ¿Brazos?
Entonces fui consciente de que seguía manteniéndome, me levante como si de pronto quemase y le grite ¡IMBÉCIL! Antes de salir corriendo de nuevo y dejarlo allí parado con una sonrisa de superioridad que me gustaría quitarle de un guantazo.
Llegue a casa, y me fui directa a mi cuarto. Me mire en el espejo de la entrada. Pechos normales, ojos saltones y marrones, sonrisa normal y nariz chata. El pelo mojado me llegaba hasta debajo del pecho y era castaño que parecía negro con alguna que otra mecha más clara. Vale. No era lo que se suele decir, una belleza exótica, pero...
De estatura era pequeña,media como 1,56, pero bueno, como dicen, ¡Asi quedan mejor los tacones! Tengo los dedos largos con un anillo en cada mano, y delgada, muy delgada. Pero yo como eh, no os penseis que me dedico a apartar la comida hacía los lados para parecer que he comido, que es lo que me suele decir todo el mundo.
Me fui a darme una ducha calentita y me metí en mi cama arropada por una manta y un edredón que me había echo mi abuela. Recordando al chico imbécil que me había soltado esa mierda en mitad de un chaparrón de los buenos, recordando sus profundos ojos, su sonrisa de superioridad y sus mechones marrones que le caían por culpa de la lluvia.